dijous, 4 de febrer del 2010

Del mal humor y otras miserias de cada día


No es lunes pero lo parece.
Amanecen ya los días vestidos de mierda y peinados de gris. Nadie puede hacer nada para cambiarlo.
Es así. Punto.
Ya no me deslizo por las teclas. Ahora choco frontalmente con ellas intentando no doblarme los nudillos ni las ideas. No pienso y apenas recuerdo. Todo el trabajo se distribuye en pesos que hunden cuerpos.
El mar está lleno de sirenas silenciosas.
En inglés los insultos suenan mejor. Como el amor. O el dolor.
Mi mesa es el despojo nauseabundo de cadáveres podridos esperando su momento para ser incluidos en el ordenador. No tienen ojos pero siento su mirada en mis manos y me quema la piel.
Nacieron hermosos. Lástima.
Esto no es fácil. Cada día es más largo, más pesado, más triste. La culpa es mía. Cambié imaginación por hipoteca y los plazos se hacen cada vez más hirientes. ¿Por qué no puedo simplemente hacer? Como todo el mundo.
Vuelve Wendy.
Vuelve Winnie.
Vuelve tú.
Y deja que yo me vaya a seguir caminos de ladrillos amarillos para perderme en ciudades esmeralda en las que los enanos bailan y las brujas de deshacen con el agua.
Punto.

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