dijous, 31 de desembre del 2009

De las cosas que aprendí este año 09


El 2009 ha sido un año tonto, de encaje sin bolillos, sin folre i manilles. Un año de los que al pasar raspan, de los que arañan, de los que duelen. Dijo cosas con voz maloliente y se ahuecó en las miradas hasta hacerlas ausentes. Un año de algodón de azúcar quemado, de atracción carnavalesca monstruosa, de accidente frontal, de dolor de estómago. El nueve significa cambio pero este año olvidó su origen y nos arrastró sin compasión alguna a todos por los anillos de su olvido. Nos pasó a cuchillo y con nuestra tristeza se hizo un gabán para salir de fiesta.

Este año merece su entierro en fuego y vino.

Y que le den.

Sin embargo, aprendí algunas cosas. Descubrí que no por mucho madrugar amanece más temprano pero el espectáculo del cielo bien merecía las legañas. Me di cuenta que algunos clientes son personas y amigos y eso hace que la vida sea más sencilla. Sonreí a los niños y a los pájaros y aunque parezca de senilidad, en mi caso, es toda una hazaña. Eché de menos a los ausentes y entendí que sus recuerdos no debían ser pesos sino esperanzas. Perdí palabras y encontré lenguas. Acaricié sueños con las puntas de los dedos y no me sentí, por fin, desesperada. Me vi en un espejo y no me asusté. Recordé mi nombre. Supe descifrar pesadillas y me encaramé sobre mí misma para ver más allá.

Y alguna vez, fui feliz.

Por eso espero y deseo que este año que empieza lo haga un poco mejor. Lo tiene fácil. Nosotros pondremos el resto, reconstruiremos a partir de las cenizas, despejaremos las calles y limpiaremos las casas, cocinaremos pan y dulces y nos sentaremos, unos junto a otros, a esperar la madrugada mientras contamos cuentos de cuando fuimos jóvenes.

Este es mi deseo secreto. Que para todos nosotros este 2010 inaugure una nueva etapa de bienestar, que nos enseñe a estar y a ser, a escuchar y a sentir, que nos recuerde palabras y promesas, que nos ayude a ver lo que tenemos de bueno y a no darle tanta importancia a lo que tenemos de malo.

De mi para todos, feliz año 2010.

dimarts, 8 de desembre del 2009

De los días agridulces

¿No ha tenido usté un día en el que básicamente es feliz pero está triste? Como si alguien le hubiese clavado una piedrita en la boca del estómago.
Así me siento hoy.
Hoy que era el día reservado para poner nuestra casa vestida de gala. Capturamos estrellas suecas y ahora iluminan el techo de la estancia. Hicimos móviles con muñecos y palitos de mar. Y nos quedó en el tintero el olivo que necesita urgentemente su dosis de corazones rojos.
Son momentos dulces. Tiernos. Etéreos.
Momentos en los que nada preocupa, en los que descubres que las manos mas grandes son las más diestras, en la que las cajas te abren recuerdos y duendes, en las que toda la casa parece sonreír.
Y entonces, ¿a qué viene este dolor sin pulso que me molesta?
Yo lo se, pero no puedo decirselo. Imagine que su mundo está dividido en dos. Uno en el que se cuecen bollos de manzana y canela y otro en el que se escribe para poder cocer bollos. Y que ese segundo mundo de repente se convirtiese en un gélido espectáculo en el que las personas no importan.
En serio se lo digo.
No importan.
No me pregunte por qué. Yo no lo se. Ni siquiera lo entiendo.
Y esta dualidad, este formar parte del eje maligno ha convertido mi dia en algo mixto. Un poco feliz, un poco triste.
Un día agridulce.

dimarts, 1 de desembre del 2009

Per si un cas

Confesión 11.

Dijeron las malas lenguas que hoy sería un buen día.
Claro que no especificaron en qué lugar del planeta iba a serlo.
Aquí, lo de siempre. Escribes y creas para que luego te pongan flechas y rayitas para cambiar. Que si donde dije digo digo Diego y andando. Y tú miras los guiones y suspiras.
¿Suspiras?
Sí, porque rabia no te queda, la dejaste toda en la autopista antes de entrar en la ciudad. Ahora solo te queda esa agónica desesperanza de producir bicicletas de cartón. ¿Por qué dije eso? No lo se, la verdad.
Los días pasan oliendo a menta y humedad.
Y las palabras, por hastío, se mueren en mis dedos.