dimarts, 8 de desembre del 2009

De los días agridulces

¿No ha tenido usté un día en el que básicamente es feliz pero está triste? Como si alguien le hubiese clavado una piedrita en la boca del estómago.
Así me siento hoy.
Hoy que era el día reservado para poner nuestra casa vestida de gala. Capturamos estrellas suecas y ahora iluminan el techo de la estancia. Hicimos móviles con muñecos y palitos de mar. Y nos quedó en el tintero el olivo que necesita urgentemente su dosis de corazones rojos.
Son momentos dulces. Tiernos. Etéreos.
Momentos en los que nada preocupa, en los que descubres que las manos mas grandes son las más diestras, en la que las cajas te abren recuerdos y duendes, en las que toda la casa parece sonreír.
Y entonces, ¿a qué viene este dolor sin pulso que me molesta?
Yo lo se, pero no puedo decirselo. Imagine que su mundo está dividido en dos. Uno en el que se cuecen bollos de manzana y canela y otro en el que se escribe para poder cocer bollos. Y que ese segundo mundo de repente se convirtiese en un gélido espectáculo en el que las personas no importan.
En serio se lo digo.
No importan.
No me pregunte por qué. Yo no lo se. Ni siquiera lo entiendo.
Y esta dualidad, este formar parte del eje maligno ha convertido mi dia en algo mixto. Un poco feliz, un poco triste.
Un día agridulce.

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