divendres, 27 de novembre del 2009

Confesión 9.


Cada foto tiene su historia.
Cada historia, entonces, debería poder tener una foto.
O una palabra que la resuma. O un gesto.
Los que nos dedicamos a contar historias, con mejor o peor fortuna, lo sabemos. Sabemos que vuelan inciertas alrededor de nuestra cabeza y que a veces zumban como mosquitos molestos y otras suenan a galletas recién horneadas.
Toda historia tiene un origen y un narrador.
Según cómo y sin saber el por qué te callas durante años una historia. Piensas que el tiempo la borrará pero no es cierto. Porque un día, sin darte cuenta, abres la boca o tecleas y allí está, redondita y fresca partiendo de ti hacia otros, camuflada en una campaña, en una carta o en un cuento. Y las más osadas, en una nota de la compra.

dilluns, 23 de novembre del 2009

Confesión 8.


Imagino cada mañana un mundo en el que ser uno mismo mereciese la pena.
En el que sonreír no sea una obligación. Pensar un misterio. Amar un riesgo. Soñar un infierno.
Imagino que de repente los mediocres se van. Adiós, adiós, les diríamos desde las playas del olvido. No vuelvan, les gritariamos. Colonicen el país de los grises y quedénse allí.
Veríamos cómo sus naves se dirigirían, orgullosas y atónitas, hacia los acantilados. Ale y que os den, acabaríamos diciendo antes de empezar a bailar y cantar.
Imagino que entonces el mundo dejaría de parecer húmedo y triste. Lenta y progresivamente los colores llegarían a lomos de dragones y quimeras. Primero los azules. Para pintar cielos y miradas. Luego los rojos para dibujar sonrisas y corazones. Y amarillos, y verdes y mezclados y separados.
Imagino que las palabras tendrían tonos. Y las caras muecas. Y la gente reiría sin miedo a arrugarse.
Cada mañana, cuando me siento en el coche y abandono la paz de mis montañas, imagino que abajo hay un mundo sin grises. Un mundo nuevo.
Algún día será verdad.
Por si acaso yo ya tengo mis banderines para despedirles en el puerto.