dilluns, 24 de maig del 2010

Por supuesto, hoy toca LOST


Hace ya rato -no, no se cuanto, la verdad- que LOST no me interesa. Simplemente, una noche me di cuenta de que deseaba fervientemente que explotase la isla o que por lo menos, Kate se ensuciase el pelo para variar.
Me empezó a preocupar seriamente que Jack nunca fuese feliz o que no sobreviviese ningún negro. El inválido que no es inválido -y que me provoca morriña al pensar en Millenium-, la que tiene cáncer pero que no, el iraquí que es bueno pero fue más malo que la tiña, la preñada loca que es la única que va sucia y desgreñada -miento, la francesa también iba hecha unos zorros-, Ben que no se sabe que le pasa al hombre... en fin... que me preocupaba más saber cómo se lo hacían ellas sin tener Evax a mano que si el humo era Satán y el tonto los cojones de Jacob era el arcángel Miguel. O vete tú a saber.
Y sin embargo, la seguí. Oh, vaya si la seguí. Primero porque en mi casa se comparte todo y eso incluye las series. Segundo porque en la agencia corrían hilos de orgasmo por cada capítulo y por lo menos debía estar al loro por si era contagioso -que no, que no lo fue. Y tercero porque, al igual que me pasó con Avatar, iba a vivir un episodio glorioso de lo que luego se llamaría el antes y después (también viví la Guerra de las Galaxias, ET y Final Fantasy)
Así que hoy, cuando me han despertado diciendo que eran las seis, me he levantado, me he apoltronado flanqueada por mi perra y por Ricard y me he dejado engañar por Abrams.
Y digo engañar y es mentira. No engaña este hombre. Hizo lo que pudo contra un ejército de fans que han perdido el norte y piden explicaciones a algo que es mentira, que es ficción, que paga el sueldo de guionistas que pagan hipotecas y toman ibuprofeno para el dolor de espalda.
¿Cómo se resuelve una trama en la que millones de personas tienen más de mil teorías?¿Cómo les explicas que tal vez aquella cosa solo era una tontería para suplir otra tontería que falló en su momento o era una risa entre dos dialoguistas? ¿Cómo controlas seis años de suspicacias con actores que se emborrachan o se largan de la serie llevándose personajes con ellos que tal vez, y digo tal vez, eran importantes para la historia?
¿Cómo, por el amor de Dios, te sales indemne de semejante comida de tarro?
Imposible.
Eso nunca ocurre.
El monstruo que pariste, Abrams, se te acaba de comer con patatas. Perdón, te acaba de cagar porque se te comió en el mismo instante que se hizo popular a través de Internet.
A mi me importa un pito. La verdad.
Me parece un buen final. Muy emotivo, muy nada. Equilibrado. Justo. Medidos los pesos. Redimidos los malos y santificados los buenos.
El amor triunfa al final.
Que en el fondo es lo que nos gusta a todos.
Y las incógnitas quedarán para siempre para que las sobremesas sean más divertidas (¿quién no prefiere hablar de las miserias de otros antes que hablar de las suyas?), para que los entendidos divaguen ad nauseam, para que los fans lloren sus pérdidas y las televisiones hagan sus agostos vendiendo resúmenes y otras falacias.
LOST se largó tal como vino. Un ojo abierto, un ojo cerrado.
Por mucho que lo quieras sabrás tan poco como ellos.
Y con el tiempo, Abrams hará una versión en la que aparecerá un unicornio y todos dirán: ¿lo ves?, ya lo decía yo y los fans descansarán en el sueño de los justos y un puñado de guionistas suspirarán aliviados.
Mientras tanto, en todas las casas, las parejas discutirán sobre si estaban muertos o se habían ido de parranda.
Y el mundo seguirá girando.
A mí no me gustaba LOST.
Y sigue sin gustarme.

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