dimecres, 16 de setembre del 2009

Casas y cosas que ni entiendo ni compro

Una casa es una parte exterior de ti. Algo que no solo te cobija (y te hace cagar en la madre que parió al Banco cada primeros de mes) sino que forma parte de ti, de tu forma de ver las cosas y de vivir y sentir.
¿Romántica?
Un rato. Pero los años me han demostrado que las casas en las que se vive, con sus cosillas, sus sofás "atrotinados", sus alfombras, libros, perros, jarrones, recuerdos, fotografias, mesas desparejadas... son las casas en las que mejor me siento. Porque me recuerdan a su propietario. Me hacen apreciar el valor de las pequeñas cosas.
Por eso cuando topo de morros con casas como estas me invade la sensación de vacio, de olor a clavo de consulta de médico, la soledad, el miedo, noches de insomnio. Son bonitas si las metes en una película con chica tomando un té de noche mirando hacia la ciudad porque su hombre está lejos, pero ahora imaginate a ti sola ahí, con un té porque tu hombre está currando y... bueno, a mí me da grima. Frío. Ansiedad.

Y estas casas tienen objetos tontos con nombres tontos, como este. Lo vi en Vinçon y me costó Dios y ayuda que las cejas no me cayesen al suelo ante este despropósito. No es la imagen de su significado. Tanto me da a mi quien se la chupa a quien sino su titulo, algo así como momentos en el parque urbano. ¿Momentos? Debo estar haciéndome "carrinclona" pero encontré estas dos fotos en el mismo blog de diseño fashion yeyé y juntas me provocaron la sensación de que no me gustaría conocer a sus propietarios (de la casa y de la maceta)
Estoy segura que ellos tampoco desean conocerme.
Lo que significa que el Universo sigue estando en equilibrio y que todos tenemos cabida en él.

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