divendres, 21 d’agost del 2009

Confesión 3.

Hoy, como no, toca empezar a trabajar.
¿Apetece? Pues mira, no se qué decirte. Un poco sí.
¿Yo escribí eso?
¡Dios!
¿Escribir?
Escribir es como soñar. Si uno lo deja demasiado tiempo de lado se acaba enquistando y las palabras sufren de parálisis.
¿Se sufre?
En mi caso, de la espalda.
¿Mi alma?
En su sitio, gracias.
¿Y las voces?
A ratos calladas. Da rabia.
¿Pendientes?
Quería acabar mi novela, ese pedazo de historia repleta de desamor y esperanzas como chicles. Pero el tiempo no acompaña. Cuando quería ponerme, Dios decidió meter un sol de espanto a este Agosto y dejarnos a todos llenos de sudor y apatía.
¿Aire acondicionado?
Sí, a mi espalda. Pero escribo mejor por la tarde y a esa hora el sol pega de lleno en el estudio y el aire no sirve. De hecho, no sirve nada.
¿Y ahora?
Pero dije que tocaba escribir. Y cuando pongo el verbo "tocar" significa que hablamos de dinero. Escribir por pasta. No pongas esa cara, tú haces cosas peores por dinero. Seguro.
Y tengo todavía una semana para ir poniéndome las pilas, para meterme de lleno a esto.
Lenta y progresivamente.
Así que haré caso a mi nota y sonreiré.
¿Sonreír?
Es una buena manera de decirle a tu cerebro que todo anda bien, que no pasa nada, que el mundo fluye.
¿Y si no funciona?
Pues te acuerdas del Banco, de la Hipoteca, de las medicinas para los cólicos, del parquet que se tiene que cambiar, de tu cocina que un día será nueva... y ya está. No veas como rulan las palabras entonces.
¿Empiezas?
En cuanto te largues.
Gracias.

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