diumenge, 23 d’agost del 2009

Confesión 4.

Por mucho que quiera, tú no me entenderás.
Es así. Lo fue y lo será.
Hablamos dos idiomas distintos. Semejantes pero alejados. Y no, no hablo de lo convencional. Eso se resuelve con ademanes y sonrisas.
Te hablo de la vida. De entender. De transmitir. De sentir.


Ayer me dijeron que seguramente el problema es que yo pertenecí, de pequeña, al grupo de los raritos. Gordos, gafapastas, tímidos, extraños, leedores. Ya sabes, esa gente. Y que establecimos una forma de supervivencia especial, algo que nos unía contra los demás y nos ha convertido en estos adultos. Los que no te entienden. Ni pizca.
Es posible.
Tal vez mientras tú soñabas con cantantes de melena lacada yo leía sobre el Universo o escuchaba a Bach.
¿Quién lo sabe? De hecho, ¿a quién le importa?
A mí.
¿Sabes por qué?
Después de tantos años todavía intento establecer puentes de comunicación contigo, lanzarte la mano para poder conversar. Seguro que hay algo que nos hace comprendernos.
Pero tú me miras como se mira a algo raro, a un objeto roto, a un monstruo de feria. Te divierto pero no me comprendes. Te doy miedo. Tu mundo se basa en la lógica, en el detalle absurdo que se establece geneticamente en tu mente.
Tu mundo acabará devorándonos a todos.
Pero no importa.
En serio.
Sigue.
Tal vez mañana.
O el otro.
Un día me mirarás y verás que yo también tengo miedo, que lo que se sabe y lo que se siente no siempre es lo mismo y te darás cuenta del tiempo que has perdido evitando este final.
En serio.
Palabra.
No te resistas.

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada