dilluns, 24 d’agost del 2009

Dime dónde escribes...





Lo se. Estoy dando mil vueltas para no empezar a escribir -investigar sería un verbo más correcto- el guión que prometí para principios de septiembre.
Pero creo que esto te interesará.
King (grande, grande, grande) escribió un libro maravilloso que se titulaba "Mientras escribo" y que me salvó (alabado sea el Señor) de quedar mal con la editorial y acabar en un juicio por faltar a mi contrato. Tal vez es que deseaba que alguien me arrancase el pánico de encima y me lanzase al teclado de una buena bofetada o puede que él llegase en un buen momento. No lo se. Lo importante es que funcionó y todavía ahora, cuando me atasco y sufro, lo releo.
Hoy encontré esto:

" Se empieza así: poniendo el escritorio en una esquina
y, a la hora de sentarse a escribir, recordando el motivo de que no esté
en medio de la habitación.
La vida no está al servicio del arte, sino al revés"


De reojo miré a mi escritorio. Lleno de papeles y desorden.
Hace mucho que comprendí que no importa el tamaño de la mesa o de la habitación en la que estés. Siempre acabas con un rincón limpio para colocar las manos y escribir. El resto... el resto es historia (tazas de café, fotos, papeles, más papeles, clips, libros...)

Los estudios en donde realmente se trabaja destilan algo personal. Algo que los hace como vibrantes, extraños, químicamente imposibles.
Son lugares donde uno se siente a gusto.
Libre.
Solo.
Mimetizado con tus monstruos.
Con tus sombras. Con tus palabras.
El miedo tiene nombre.
Tu vida es un montón de polvo bajo las alfombras.
Y si abres un armario encontrarás las miradas que perdiste.
Son tú.
Ni más ni menos.
Y como seas tú será tu estudio.
Esto es lo que creo.
Esto es lo que siento.
Esto es lo que soy.




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