diumenge, 28 de juny del 2009

Mañana fiesta y luego... luego Dios dirá

Que de normal no dice nada, vamos. Ni de normal ni de anormal. Pero si hablamos en términos generales pues parece que sufre de afonía, me temo.
Y por decir no dice ni mú.
Pero la frase está hecha y mira, a quién no le guste, pan con nocilla y dos chorizos de Huelva.
Lo único verdadero es que mañana es fiesta. Fiesta de pensar que es un lunes agradable, de estar en casa, de té sin prisas, de poder poner en orden el estudio y que vuelva a parecer un lugar para el trabajo y no el epicentro del último desastre nuclear terremotoso del amigo Eymerich.
Un lunes de pacotilla.
Necesito estos lunes. Poder dejar la mente en blanco y dedicarme a otras cosas.
Los sábados son tremendos. Siempre falta algo. Que si un tomate o un paquete de veneno. Que si sal que si entra que si pimienta.
Los domingos son de retreparse en el sofá y esperar a que caiga la maldición. Que si el sol, que si el dolor, que si el tic tac y déjame estar.
Cuenta que te cuenta que el lunes asoma y te destripa el alma. Los domingos son la lenta espera antes de subir al cadalso.
Y sigue la vida.
Pero estos lunes arrancados de los calendarios son buenos. Huelen bien. Sientan mejor.
No es porque tú trabajes -mi mala leche no admite más pena que la mía, lo siento- ni porque le reste un día al trabajo -no será la primera semana de ocho días que hago- sino porque son míos. Puedo tomarme el tiempo mejor. Puedo administrarlo.
Puedo ir al cine.
O no.
Puedo trabajar pero porque quiero, me apetece.
Y sobretodo, porque no tengo que ir a Barcelona. No tengo que ver la ciudad gris sucio con su gente apresurada, sus chicas de ombligo al aire, sus chicos enseñando calzoncillos, las viejas al sol, las palomas moribundas...
No.
No tengo porque estar.
Puedo pasear por Calella, por Sant Pol, por Sant Cebrià.
O no.
Puedo respirar.
O sí.
Maravilla de las horas extras. Los lunes quietos.
Me encantan.

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